El cuerpo es una máquina perfectamente engranada. Y el cuerpo se compensa. Cuando falla un engranaje, hace lo posible por restituirse. Pero si se detiene, se descompensa, se atrofia y empieza a fallar.
Así lo reflejan muchos estudios y lo dicen los médicos. Pero yo no soy médico. Ni fisioterapeuta. Ni he estudiado el cuerpo en profundidad. Así que hablo desde mi experiencia, desde el hecho de poner a prueba mi cuerpo en diferentes situaciones, en diferentes deportes y en muchas actividades. He movido los engranajes y alguno ha dejado de funcionar correctamente. Pero, con el tiempo, unos sencillos cuidados y paciencia, vuelve a funcionar perfectamente.
Nuestros trabajos implican movimientos continuos, repetitivos, sobreesfuerzos, uso de grupos musculares concretos y también, inactividad, mantenimiento de posturas estáticas, sobrecarga muscular concreta y determinada en algunos músculos… Y esto crea la descompensación. Lo que se conoce, en la Prevención de Riesgos Laborales, como trastornos músculo-esqueléticos.
No voy a entrar en las causas ni en las condiciones laborales que los producen. Éste es el trabajo que hacemos cada día en PREVIJOB. Pero sí que diré (por mi experiencia) que los principales responsables de que aparezcan estos trastornos, que descompensan nuestro cuerpo, somos nosotros mismos, las personas que, precisamente, sufren las consecuencias de estas patologías. El trabajo nos “obliga” a movernos de determinadas formas o a permanecer parados. Y aparecen las descompensaciones. Y los dolores. Y necesitamos una baja laboral porque no podemos realizar nuestro trabajo sin dolor.
Pero trabajamos en PREVENCIÓN y, como tal, debemos aconsejar, orientar y ayudar a nuestras empresas a evitar que lleguen estas descompensaciones. Si prestamos atención a todo lo anterior, el primer consejo seria: MUEVE EL CUERPO. Haz que tenga recursos (fuerza, músculos, amplitud de movimiento,…) para poder compensar los excesos diarios a los que nos sometemos durante nuestra jornada laboral. Y esto hay que trabajarlo fuera de la actividad laboral: de camino a casa, yendo al supermercado o al gimnasio, al aire libre, en el parque, en la montaña, en casa,…
Debemos encontrar el momento para fortalecer nuestro cuerpo para hacerlo trabajar de forma distinta a cómo lo hacemos en nuestro trabajo, para que pueda compensar lo que nos toca hacer durante 8 horas diarias. Da igual la disciplina que utilizamos, si yoga, meditación, crossfit, paseos con el perro, pádel, baloncesto, salidas con niños, boxeo, atletismo, baile,…
Movámonos. Con intensidad controlada. Pero, movámonos. Sólo así nuestro cuerpo se prepara por lo que vendrá. Y tendrá los recursos para hacer frente a cualquier cosa esperada o sobrevenida a lo largo de nuestra jornada laboral.
Las ventajas de realizar actividad física regularmente también están demostradas, tanto a nivel físico como mental, con la generación de hormonas que nos aportan felicidad. Y es que no sólo tenemos que recurrir a nuestro cuerpo para sanar. También debemos tener en cuenta nuestra mente.
Y tengamos paciencia. No debemos tener prisa por recuperarnos. Necesitamos tener un proceso de recuperación mental igualmente saludable, en el que debemos creer que vamos a mejorar. Y dejar pasar el tiempo suficiente para que la compensación vuelva a colocar todo en su sitio.
Recuerde. El cuerpo es un engranaje perfecto. Y se trabaja desde la compensación.